El primer año fue increíble para mí. Sentí una responsabilidad enorme cuando eligieron mi boceto para, por fin, verlo hecho realidad. Pero esa sensación se incrementó sobremanera cuando se consiguió algo aún más importante.
Y es que la verdadera noticia no fue que un niño de 15 años la diseñara y programara su juego de luces, sino que la construyeron otros tantos chicos y chicas de la Escuela Taller de Almassora.
La intención era sembrar un precedente para que nuevas generaciones de artistas pudieran nacer con el apoyo de instituciones públicas. Tuve el honor y el privilegio de ser el primero en formar parte de algo tan bonito, pero el objetivo final no se consiguió.